Trastorno de conversión, cuando el paralítico sí puede andar

Fue identificado en la Edad Media, pero es todavía un misterio para los médicos

Se conocen casos de personas que de pronto y sin causa aparente se vuelven ciegas o no pueden caminar. Lo cierto es que sí hay una causa, aunque no se puede detectar mediante pruebas y exámenes médicos. Y es que, aunque parezca extraño, uno puede volverse ciego temporalmente debido a un conflicto psicológico. Este curioso fenómeno llamado «Trastorno de Conversión» fue identificado en la Edad Media pero actualmente todavía es un misterio para los médicos.

El trastorno de conversión es una condición caracterizada por padecer un mal funcionamiento físico sin que exista una enfermedad física o neurológica. Las personas sienten, por ejemplo, que no pueden andar. En realidad sí pueden hacerlo, solo que ellas no son conscientes de ello. Se ha visto, por ejemplo, que en casos de emergencia son capaces de correr. Aun así, sienten y sufren la enfermedad como si realmente la tuvieran.

Algunos síntomas de conversión son:

Ceguera, problemas de visión o visión doble
Sordera o problemas de audición.
Pérdida del sentido del tacto.
Problemas de coordinación o equilibrio.
Debilidad o parálisis de una parte del cuerpo o del cuerpo entero.
Pérdida de la voz (mutismo total) o afonía.
Dificultad para deglutir o sensación de nudo en el estómago.
Retención urinaria.
Ataques psicógenos o convulsiones no epilépticas.
Distonía persistente.
Desmayos.

Freud y el caso de Anna 0

Este trastorno antiguamente era llamado “Histeria”. Fue Freud quien en el S.XIX popularizó el término “trastorno de conversión”. El psicoanalista explicó que los conflictos inconscientes podían convertirse en síntomas físicos. Y en eso consiste precisamente este trastorno, en la conversión de un conflicto interno traumático en un mal fisiológico. Según Freud es una forma de desplazar la ansiedad a otra parte del cuerpo de forma totalmente inconsciente.

Un caso de trastorno de conversión muy conocido fue el de Anna 0. La chica en realidad se llamaba Bertha Pappenheim y su caso permitió establecer las bases de lo que hoy llamamos psicoterapia. Corría el año 1880 cuando llegó a manos del psicólogo austríaco Josef Breuer el inquietante caso de una joven de 21 años con un claro diagnóstico de histeria. Betha manifestaba un cuadro clínico que muchos atribuyeron a una posesión demoníaca. Así, padecía ceguera, sordera, parálisis parcial de brazos y piernas, estrabismo ocular y convulsiones. Además no podía expresarse en su lengua materna, el alemán. La había olvidado. En cambio intentaba expresarse en otras lenguas que no dominaba, como el inglés o el francés. Su mente había sido manipulada por un subconsciente traumatizado y reprimido en si mismo que fue capaz de inmovilizar su cuerpo.

Bertha fue diagnosticada y tratada por Josef Breuer, quien colaboraba con su compañero profesional y amigo Sigmund Freud. La paciente fue tratada con un método llamado «catarsis«, que consiste en expulsar las emociones negativas reprimidas. En psicoanalítica, esta liberación emocional se refiere a la “purgación” de los conflictos inconscientes.

Mediante hipnosis y psicoanálisis Breuer y Freud indagaron en el subconsciente de Bertha durante un año. Cuando al fin dieron con sus traumas, Bertha logró exteriorizarlos verbalmente y recuperó sus funciones motoras y sensoriales. La terapia había convencido a su subconsciente de que aquellos síntomas solo existían en su mente. Bertha se convirtió en una reconocida figura defensora de los derechos de la mujer y los niños y su caso quedó reflejado en la historia de la psiquiatría («Estudios sobre la histeria», por Josef Breur y Sigmund Freud).

El trastorno de conversión sigue un misterio de la medicina y se desconoce el mecanismo por el cual el inconsciente traduce los traumas en síntomas físicos. Por eso los que padecen este trastorno son incomprendidos y marginados. Nuestra sociedad ya no cree en las posesiones demoníacas pero sí existe la creencia de que todo aquello que no se explica por una enfermedad física está bajo el control de la mente y que, por lo tanto, el paciente no termina con su sintomatología porque no quiere.

Fuente Med Line Plus Apuntes de Psicología
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