Perfeccionismo e infelicidad van de la mano.

Chico perfeccionista

De todos los defectos que existen, el perfeccionismo es sin duda el mejor aceptado por la sociedad, pues puede ser de ayuda para alcanzar grandes logros y proporcionar motivación para superar los obstáculos. Sin embargo, perseguir la perfección tiene su lado negativo e incluso, patológico, ya que se establecen estándares imposibles de alcanzar y ello conlleva una frustación constante que imposibilita la autosatisfacción, condición indispensable para ser feliz. Los perfeccionistas miran el mundo a través de una lupa, con el objetivo de ampliar todo aquello imperfecto que debería ser mejor.

En un nivel muy profundo e inconsciente, los perfeccionistas consideran que no está bien ser como son. Sienten que hay algo erróneo que han de corregir. No saben exactamente el qué, pero esta sensación de imperfección interna les mueve a querer cambiar y les fuerza a comprometerse con mejorar. Consideran los errores una prueba de incompetencia personal, una posible fuente de crítica y rechazo por parte de los demás. El perfeccionista siente dudas sobre su propia actuación, nunca sabe si lo ha hecho lo bastante bien…

En el corazón del perfeccionista se esconde una baja autoestima y la idea de no ser lo bastante valioso o competente. Para poder alcanzar la perfección deseada, desarrolla una autoexigencia feroz e implacable. Y empieza a escuchar a un juez interno dentro de su cabeza que juzga y critica aquellas decisiones, acciones y resultados considerados impropios de su «ideal de persona». Y cómo no, este patrón de exigencia lo acaba proyectando sobre la gente con la que se relaciona.

Uno de sus mecanismos de defensa consiste en evitar trabajar en equipo. Les cuesta muchísimo delegar en otras personas, pues no confían en nadie más que en sí mismos. ¿Cómo van a hacerlo si los demás no se esfuerzan tanto como ellos ni consiguen imprimir el nivel de calidad y excelencia que desean?

5Lr2wzJ49434jYk_KWGbAoXXXL4j3HpexhjNOf_P3YmryPKwJ94QGRtDb3Sbc6KYPara compensar la sensación de incompetencia, los perfeccionistas se esfuerzan en aparentar ser perfectos a los ojos de la gente. De ahí que suelan ser muy susceptibles. Tienden a irritarse con facilidad cuando se sienten criticados. No soportan que nadie les diga cómo tienen que hacer las cosas. Su emoción predominante es la ira, la cual se manifiesta como una bola de fuego en el estómago cada vez que las cosas no salen como ellos esperaban. Eso sí, debido a que enfadarse no es una conducta demasiado perfecta, tienden a reprimir su ira hacia dentro. Por ello, muchos somatizan la rabia, el estrés y la tensión en forma de dolores de cabeza, espalda y estómago.

Este rasgo, según la psicología, puede ser inducido por nuestro entorno, generalmente, por unos padres demasiado exigentes y disciplinados. Sin embargo según la ciencia, también hay un componente genético, una especie de gen del perfeccionismo. Sea cual sea el origen, eso no es excusa para resignarse, pues en esta vida todo se puede moderar. Como con todo, la clave reside en el arte de aceptarte a uno mismo y a los demás, con sus limitaciones y sus defectos. Y para ello hay que tomar consciencia de que esa voz tan pesada del interior de tu cabeza es excesivamente crítica… porque la perfección no existe, porque somos humanos y porque en esta imperfecta vida hay cosas buenas y cosas malas.

Fuente http://www.lahabitacionpsicologia.com/in...
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