La magia del diente de león

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¿Quien no ha soplado un diente de león? y ¿quién no ha pedido un deseo antes de soplar?. Probablemente, muy pocos.

Soplar una flor seca de esta planta con connotaciones mágicas es una experiencia muy especial. Sus semillas fluyen a través del aire en un bello espectáculo mientras recordamos nuestros sueños y deseos. El diente de león debe su nombre a la apariencia de sus hojas, que recuerdan a los dientes triangulares, afilados y desiguales del león. Ahora bien, es precisamente cuando sus hojas se van marchitando, cuando aparece la auténtica magia. Sus semillas (vilanos) hasta ese momento inmaduras y encerradas dentro de la flor, se asoman al exterior con apariencia frágil y algodonosa, para así poder ser diseminadas con el más mínimo aleteo del aire.

Según la creencia popular si pensamos un deseo mientras soplamos sobre esa constelación de levísimas semillas blancas, este se cumple. Lo cierto es que no existe una creencia única acerca de por qué se le atribuyen propiedades mágicas a esta planta, pues ha protagonizado cientos de cuentos y leyendas alrededor de todo el mundo.

Ya en el siglo XVI Pier Andrea Mattioli, un médico italiano y autor de Commentarii in sex libros pedacii dioscorides, escribía: «los magos dicen que sí una persona se frota a si misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee».

 

foto-diente-de-leonEn el lenguaje victoriano de las flores el diente se león simboliza amor, felicidad, fidelidad, deseos y bienvenida. Una antigua leyenda popular (de entre tantas) nos descubre el lado mágico y simbólico del diente de león. Cuenta la historia de un viejo solitario que encontró, al pie de un arco iris, una olla llena de monedas de oro. El anciano avaro nunca llegaría a gastar tan desproporcionada cantidad de oro; sin embargo, no quería compartir su valioso tesoro con sus seres más cercanos pues el anciano, avaricioso y egoísta, no sabía amar. «Tendría que encontrar un lugar seguro para enterrarlo», pensó. Ya era medianoche así que se llevó la olla a su casa, vertió las monedas en un saco y se metió en la cama con el sin soltarlo, agarrándolo con fuerza. Consultaría con su almohada la ubicación de su escondite. Cuando por fin, tras el excitante hallazgo, logró relajarse, cayó en un sueño profundo.

Ya fuera de peligro, un ratón hambriento, oculto en su madriguera, aprovechó para salir en búsqueda de un poco de alimento y se encontró con el saco. Pensando que en su interior habría un buen festín, lo empezó a mordisquear hasta hacerle un agujero.

A la mañana siguiente el viejo se levantó, cargó con el saco y se dirigió, bosque a través, al lugar que había ideado para su tesoro. Tras horas de andanza por la espesura del bosque, llegó a un lugar oscuro y abrió el saco dispuesto a enterrar sus monedas entre la maleza. Fue entonces cuando vió, alarmado, que faltaban gran parte de las monedas que había encontrado el día anterior… «Mi monedas se han caído!», pensó «Desandaré mis pasos para encontrarlas». Caminó agachado, buscando entre el mantillo de hojas secas del suelo, pero no había ni rastro de las monedas…Menuda fue su sorpresa cuando de pronto, en su lugar, como por arte de magia, empezaron a brotar de la tierra flores doradas; 

Fue obra de los duendes del bosque, que decidieron transformar las monedas en dientes de león para que así todos los humanos pudieran disfrutar del hallazgo del viejo.  El viejo pasó el resto de sus días sólo, encerrado en casa, vigilando las pocas monedas que le quedaban. El resto de los humanos acudieron al bosque para admirar el vuelo de los vilanos tras soplar. Un mágico y sencillo placer que, tal y como habían pronosticado los duendes, les trajo instantes de felicidad.

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Cuenta otra leyenda popular que el diente de león es producto de la labor de las hadas. Hace miles de años, cuando el mundo estaba poblado por hadas y duendes, aparecieron los humanos. Estas mágicas criaturas, debido a su pequeño tamaño, pasaban desapercibidas por los humanos, que, sin darse cuenta, las pisaban. Las hadas cansadas de ser pisoteadas, decidieron adoptar una apariencia más llamativa; se vistieron de color dorado y tomaron la forma de una flor de diente de león; una flor que además de no pasar desapercibida tiene la capacidad de retraerse si se la va a pisar..

Es por eso que se dice que la rápida recuperación del diente de león tras ser pisado es producto de la magia del hada que habita en su interior.

La magia puede hacer posible cualquier cosa, incluidos nuestros deseos. Seguramente por eso cuando soplamos un diente de león pedimos un deseo. Supersticiosos o no, ver las semillas de esta flor flotando en el aire nos hace pensar, por un instante, en nuestros sueños. Un sencillo placer que además contribuye a esparcir las semillas de la planta.

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Información extraída de:

La medicina del diente de león de Brigitte Mars

 

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