Se ha descubierto el fondo del mar una fuente inagotable de recursos de los cuales saldrían beneficiados los Estados subdesarrollados

Hace casi cuarenta años se descubrieron los yacimientos de grandes nódulos de manganeso en el fondo del mar, y que éstos estaban creciendo a un ritmo más rápido de lo que se podría explotar. Posteriormente, se descubrió que también en el fondo marino existían reservas de otros metales, como cobalto, níquel y cobre.

Todo ello despertó los intereses de los diferentes países, y grandes disputas internacionales se produjeron por demandas de los países subdesarrollados.

El problema surgía porque los espacios marinos se habían considerado históricamente como «patrimonio común de la humanidad«, es decir, ningún Estado podía ejercer soberanía ni apropiarse de ellos.Por lo que se regían por el Derecho Internacional.
Este derecho Internacional regulaba todo lo relacionado con los espacios marinos de forma justa y apropiada para todos los Estados del mundo. Además no impedía la explotación de sus recursos, sino que incluso lo fomentaba.

Entonces, ¿dónde surgió el problema? La respuesta es sencilla: en cómo lo regulaba. El derecho internacional alega que los beneficios que se puedan obtener de todo aquello que tenga el status de «patrimonio común de la humanidad» se redistribuirá de forma inversamente proporcional a la riqueza de los Estados. Esto es,que de los beneficios que se obtengan se repartirían entre todos los Estados del mundo de forma que los países mas pobres adquirirían el mayor beneficio y los más ricos prácticamente nada.

Teniendo en cuenta que la tecnología necesaria para sustraer estos nódulos tan energéticos de las profundidades marinas solo pueden permitírsela algunos Estados ricos (quienes no obtendrían apenas beneficios a cambio de la brutal inversión que significaría comprar tal maquinaria), los nódulos siguen en las profundidades sin poder ser explotados. Y es que como en la vida misma en el derecho también se encuentran paradojas.

Por lo tanto, ni los Estados ricos pueden permitirse obtener pérdidas de tal inversión, ni los Estados pobres adquirir tal tecnología. Y mientras tanto las compañías petroleras se frotan las manos y el ciudadano medio se aprieta el cinturón con una presilla cada vez más ajada y vieja.

Fuente http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/2... https://www.ulpgc.es/hege/almacen/downlo...
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