El primer software se creó hace más de mil años

Y el primer disco duro

La fascinación por las máquinas que repiten el comportamiento humano es milenaria. Los persas, los griegos y los chinos construyeron fascinantes robots. Se tienen registros de aves artificiales, máquinas que se movían solas y otros artefactos desde el siglo IV A.C. Y en el siglo IX, unos persas crearon el primer software. Nada menos.

«El Libro de los aparatos ingeniosos» fue un gran trabajo ilustrado sobre dispositivos mecánicos, incluidos los autómatas, publicado en 850 d.C.
La casa de la sabiduría

La robótica tuvo un gran impulso en el Bagdad del siglo IX. La ciudad, reflejando el diseño urbano tradicional persa del Imperio sasánida, era perfectamente circular. Tenía  6,5 kilómetros de circunferencia, los edificios y templos del gobierno en el centro, avenidas radiantes y cuatro puertas.

Pronto Bagdad eclipsó a otras ciudades redondas e importantes. Se convirtió en lo que Florencia fue durante el Renacimiento. O Silicon Valley en la era de internet.

Y en ese legendario sitio, había un lugar mítico llamado la Casa de la Sabiduría. Era una sociedad laxa de pensadores que debatió y alentó el desarrollo del conocimiento.

La Casa de la Sabiduría nació como una biblioteca, un instituto de traducción y una academia de académicos de todo el imperio.

Fue un proyecto para proteger el conocimiento. Incluía la filosofía, la astronomía, la ciencia, las matemáticas y la literatura. Rápidamente pasó a ser un símbolo de la fusión y expansión de las tradiciones intelectuales de diferentes culturas y naciones.

Así se convirtió en la joya de la Edad de Oro Islámica, un período entre los siglos VII y XIII de gran crecimiento intelectual y descubrimiento en el mundo islámico.

El flujo del conocimiento de los griegos, persas, indios, chinos y demás convergiendo en un sólo lugar propició una fertilización cruzada de ideas que no sin precedentes en la historia.

Fue ahí que, utilizando poco más que madera, unos cables y mucho ingenio, tres hermanos construyeron una máquina que presagiaba la era digital moderna.

La ciudad redonda de Bagdad fue construida por el califa abasí Al-Mansur entre los años 762-766 d.C. Su nombre oficial en ese entonces era La ciudad de la paz. Hoy no queda nada de ella pero sabemos cómo era gracias a la literatura.
Los inventos maravillosos

Abu Ya’far Muhammad, Abu al-Qasim Ahmad y Al-Hasan, a quienes se les conoce colectivamente por su apellido Banu Musa, estudiaron y, más tarde, dirigieron la Casa de la Sabiduría.

Uno era un astrónomo, otro, un matemático y el tercero, ingeniero, y eran el centro de la vida científica en la época.

Además, escribieron una veintena de obras, entre ellas uno de los tratados de geometría más importantes de su época: «Kitab Marifat Masakhat Al-Ashka» (Libro de la medición de figuras planas y esféricas), así como textos sobre astronomía y matemáticas.

Pero su pasión eran los autómatas, como se le decía a los robots antes de que el dramaturgo checo Karel Čapek introdujera la palabra la obra robot (de R.U.R. Rossumovi univerzální roboti) en 1920.

Tanto así que escribieron uno de los más famosos textos del mundo medieval: «El libro de los aparatos ingeniosos», en el que describieron 100 inventos, algunos originados en Grecia, China o Persia, y otros propios.

En las páginas de ese libro de maravillas, hay desde dispositivos prácticos hasta creaciones juguetonas ingeniadas para divertir. Lámparas que se apagaban solas, relojes hidráulicos.

Entre los inventos más lúdicos está una botella con dos cabezas a la que si le echabas agua por una apertura y vino por la otra, no sólo no se mezclaban sino que cuando los servías, el vino salía por donde entró el agua y el agua, por donde entró el vino.

En esa misma línea, idearon una jarra que podías llenar con tres líquidos distintos por la misma apertura y estos permanecían separados. Además, podías servirte el que te apeteciera si conocías la clave para mover una palanca.

El primer software y el primer disco duro

Aunque ya existían máquinas que podían tocar melodías, Banu Musa se preguntaron cómo se podría hacer una máquina que pudiera aprender una nueva melodía y repetirla.

Y la hicieron.

Con descripciones detalladas que dejaron, otro entusiasta, el ingeniero y músico Liang Zhipeng, la recreó, para preservar la memoria y el logro de los hermanos Banu Musa.

Hoy en día, la máquina está en el Centro ZKM de Arte y Medios en Alemania.

Para tocar la flauta, metes los dedos por los anillos que penden sobre ella, los cuales están conectados con cables a las palancas que mueven los lápices. En el modelo, el tambor rota con un motor eléctrico pero originalmente era un motor hidráulico.

Esencialmente, el aparato se compone de dos máquinas: una graba la música… y otra que la reproduce.

Los surcos en el tambor hacen que las palancas tapen o destapen los huecos de la flauta, produciendo la misma melodía que tocaste en la primera máquina.

¿Cómo? La flauta de la primera máquina está conectada a una especie de lápiz y un tambor de manera que, mientras interpretas una melodía, el lápiz va dejando marcas en el tambor, registrando cuáles notas tocaste y por cuánto tiempo.

Ese tambor, ya con los surcos trazados, se lo pones a la segunda máquina y cuando gira hacen que se levanten unas palancas para tocar la misma melodía en la segunda flauta.

Aunque «el instrumento que se toca sólo» puede no parecer una idea que cambie el mundo, es realmente una máquina programable creada más de 1.000 años antes de las computadoras modernas.

Esos surcos esencialmente son el primer programa de computador (sí, el primer software) y el tambor es un disco duro.

El espíritu creativo perdura

Con su espíritu lúdico, los hermanos Banu Musa sugieren esconder todo el artilugio dentro de un maniquí. Así parecía que las palancas eran sus dedos y la flauta quede unida a la boca. Si hubiera existido el cine, podrían haber creado a todos los músicos de la famosa escena en el bar de Star Wars.

Nada que envidiarle a Leonardo da Vinci. Los robots son cada vez más avanzados. Sin embargo, estamos lejos de los androides que sueña la ciencia ficción. ¿O no?

Fuente Las ingeniosas maravillas que inventaron en el siglo IX tres hermanos persas en la Casa de la Sabiduría de Bagdad
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