La invención del paraguas plegable

Jean Marius, el rey del marketing

Ahora parece que siempre existió. Sin embargo, a principios del siglo XVIII, antes de la invención del paraguas plegable, la lluvia obligaba a ciertas precauciones. Los caballeros salían cubiertos con un sombrero de cuero de ala ancha y amplias capas. Preservaban sus ropas, pero no impedían que acabaran empapados. Las señoras adoptaban tales capas masculinas o se quedaban en casa. Si sus obligaciones no se lo permitían, se sometían a las inclemencias del tiempo. Hasta que un día… un francés llamado Jean Marius tuvo una idea práctica. Sencilla. Genial: el paraguas plegable.

Una multitud se resguarda de la lluvia bajo sus paraguas en este grabado de 1798

Cierto que ya se conocían artilugios similares como los parasoles. Sin embargo, tal como su nombre indica, servían exclusivamente para proteger de los rayos solares. De hecho, las sombrillas se conocían desde la Antigüedad clásica. Pero estaban consideradas un mero signo de preeminencia social o respeto institucional. Quienes se refugiaban bajo ellas lo hacían mientras las portaban sus criados o esclavos. Eran símbolos de estatus. El filtro de Instagram de aquellos tiempos.

Antecedentes del invento

Los antecedentes directos del ingenio de Marius fueron, sin duda, el paraguas-parasol inventado en China en el siglo I d.C., un artilugio articulado que podía abrirse y cerrarse. O los nuevos modelos de sombrilla con la tela impermeabilizada con ceras o aceites que aparecieron en Italia en el siglo XVI. Pero sólo Jean Marius consiguió acabar, en 1705, con el hecho de que la lluvia fuera sinónimo de reclusión. Aprovechó para ello su experiencia como fabricante de carteras, un accesorio que entonces incluía complicados cierres metálicos.

Su paraguas se componía de una cubierta de tafetán verde debidamente engomado para que fuera impermeable. Se disponía sobre una estructura metálica muy parecida a la de los paraguas actuales. Permitía abrirlo, cerrarlo y plegarlo. Pesaba entre 140 y 170 gramos, y una vez plegado se podía guardar en el bolso o colgarlo de la cintura. Para cerrarlo se apretaba un botón y para abrirlo sólo se tenía que extender el mango, realizado en acero, madera y cobre. Disponía, además, de una cuerda que evitaba que el viento lo girase y de una funda para guardarlo plegado.

Paraguas de Marius plegado y desplegado. Ejemplar posterior a 1715. Seguramente para hombres dada la ausencia de adornos. Museo de la Moda, París.
Anuncia, anuncia y anuncia

Marius comprendió que la publicidad era la clave para promocionar y vender su paraguas. Así, acudió a Versalles seguro de que si contaba con el aval de Luis XIV no tardaría en situar su invento entre los objetos de lujo que estaban consagrando a París como el paraíso de toda fashion victim de la época. No se equivocó. El rey se impresionó mucho con el ingenio. En 1710, no dudó en promulgar un privilegio real –el equivalente a las modernas patentes– que garantizaba a Marius el monopolio sobre la producción del paraguas plegable durante cinco años. Es más, multaba a quien lo copiara con mil libras, unos 40.000 euros actuales.

Marius pegó carteles por todas las fachadas de París. Era peor que los anuncios de Youtube. En ellos, una sonriente pareja resguardada bajo sus paraguas anunciaba la venta del nuevo invento. Se vendía en el establecimiento que Marius poseía en la calle des Fosseés, muy próximo al faubourg Saint-Honoré. En los siglos siguientes se convertiría en el buque insignia del chic francés. El director del periódico Le Mercure Galant, Jean Donneau de Visé, publicó un artículo en el que anunciaba que ya llevaba un paraguas de Marius en su bolsillo. Incluso los sesudos miembros de la Real Academia de Ciencias avalaron el ingenio. Aseguraban que era «fácil de llevar en el bolsillo» y «más resistente que cualquiera de sus antecesores».

Para hombres y mujeres. No se quede sin el suyo. Cartel comercial que anuncia el paraguas plegable de Marius. 1715.
Cuando llega la lluvia

La promoción fue decisiva y en pocos años el uso del paraguas se generalizó. De este modo, cuando en 1767 Benjamin Franklin visitó París, le llamó la atención que «tanto hombres como mujeres llevan siempre un paraguas plegable consigo y lo abren en caso de lluvia».

A veces una buena idea no basta. La invención del paraguas plegable también podría ser un ejemplo del marketing bien aplicado. Y sé precavido. El pronóstico del clima anuncia lluvia. Saca tu sombrero de ala ancha. Ponte las capas. O mejor… usa tu paraguas.

Fuente Paseando bajo la lluvia: así se inventó el paraguas plegable
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