La gran resistencia del cemento romano

Las obras del imperio romano persisten por milenios. No solamente sus grandes arquitectos lo hicieron posible. Hay un componente vital para que sus construcciones parezcan eternas. Se trata de la gran resistencia del cemento romano. ¿Qué elementos hay en su fórmula? Ese parece ser el secreto mejor guardado del imperio romano.

La gran resistencia del cemento romano permite que sus grandes obras duren milenios.
La gran resistencia del cemento romano permite que sus grandes obras duren milenios.
Resistiendo siglos

Los antiguos romanos construyeron diques marinos que resisten el embate de las olas ya veintiún siglos. También edificaron puentes, acueductos y anfiteatros que todavía se mantienen en pie. Geólogos e ingenieros han buscado pistas sobre la composición exacta del cemento que usaban.

Los romanos basaron su expansión territorial en la ingeniería. Acometían grandes obras para administrar sus posesiones. Para tal fin crearon vías que abarcaban 85.000 kilómetros. Puentes, almacenes, puertos, acueductos… Para construirlos, necesitaban un material increíblemente resistente: el hormigón romano. Los documentos históricos sobre este material escasean. Pero fue profusamente utilizado a partir del año 150 a.C. Con la caída del Imperio romano, la receta exacta se perdió por completo.

De Architectura es el mayor tratado arquitectónico que se conserva de la Antigüedad clásica. Marco Vitruvio Polión, arquitecto de Julio César durante su juventud, dejó algunas pistas. Describió una proporción de una parte de cal por tres de puzolana, un tipo de arena volcánica. Para los trabajos subacuáticos, especificó una parte de cal por dos de puzolana.

El Puente Fabricio es uno de los más antiguos puentes romanos... y está intacto.
El Puente Fabricio es uno de los más antiguos puentes romanos… y está intacto.

El Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley de EE.UU. usó espectroscopia para analizar esa argamasa. En efecto, la ceniza de las erupciones volcánicas cristalizaba en una roca duradera. También manejaron un mineral muy raro, llamado tobermorita aluminosa. Se formaba cuando el agua de mar se filtraba a través del hormigón de los rompeolas y muelles. Disolvía la ceniza volcánica. Así permitía la formación de nuevos minerales. Estos, al reaccionar químicamente con el agua del mar, reforzaban la matriz. Increíble.

Aprendiendo del pasado

Las construcciones modernas de hormigón comienzan a dar señales de desgaste a partir de los 50 años. Nada en comparación con algunas de las obras de ingeniería romana. El problema es que las cenizas volcánicas no abundan en el planeta.

El hormigón romano, afirman los científicos, podría seguir siendo muy útil en determinados contextos. En los gruesos muros de hormigón de un reactor nuclear japonés se comprobó esto. La formación accidental de torbemorita aluminosa aumentó la resistencia de las paredes más de tres veces. Lo confirmaron científicos japoneses en un estudio publicado en Materials and Design.

La gran resistencia del cemento romano es solo otra muestra de su ambición: convertir su capital en la Ciudad Eterna.

Fuente Back to the Future with Roman Architectural Concrete
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