Las Vírgenes vestales de Roma

En la antigua Roma, antes de adoptar el cristianismo como religión oficial, practicaban una religión pagana. Los romanos adoraban a sus propios dioses y llevaban a cabo rituales en su honor. Estos rituales no solo implicaban una cuestión de fe, sino que también tenían gran importancia estatal. La creencia era que al realizarlos, los dioses favorecerían tanto a los adoradores como al imperio. Durante ese tiempo, había varios colegios sacerdotales conocidos como collegia, cada uno con funciones específicas. La mayoría de ellos estaba compuesto exclusivamente por hombres, pero entre los más destacados se encontraba uno conformado únicamente por mujeres: las Vírgenes Vestales.

Vírgenes Vestales

¿Cuál era la función de las Vírgenes Vestales?

Vesta era la diosa del hogar y protectora de Roma. Las Vírgenes Vestales eran el único colegio destinado exclusivamente para una deidad romana. Dependiendo de la época, había entre 4 y 6 sacerdotisas. Se encargaban de resguardar el fuego sagrado en el santuario de Vesta. Sin embargo, aunque muchos pensaban que solo cumplían esa labor, sus funciones incluían otras tareas. 

Custodiaban los objetos sagrados en el santuario y su sagrario, preparaban la comida ritual y oficiaban los eventos para el público en las vestalias anuales. Los días consagrados a Vesta, del 7 al 15 de junio, realizaban los ritos preparando las hierbas y especias que se usaban en los sacrificios. Amasaban el pan para ofrecer en forma ritual los días festivos, como el año nuevo, que en Roma era el 1 de marzo. 

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Su principal labor era custodiar el fuego sagrado del templo. Si este se apagaba, era un símbolo de desgracia para toda la ciudad. Según los historiadores romanos, el segundo rey de Roma, Numa Pompilio, creó el colegio de las Vestales. Fue una de las primeras instituciones que se remonta a la fundación de Roma. Según las tradiciones, la primera sacerdotisa vestal fue Rea Silvia, madre de Rómulo y Remo.

Una sacerdotisa de Vesta tenía la responsabilidad de estar presente en el santuario y vigilar la llama sagrada. Si la llama se apagaba, sufrían un castigo severo. Aunque, el peor castigo se imponía por no mantener la castidad. Las sacerdotisas debían ser vírgenes y permanecer así durante toda su vida.

Cuando una vestal pronunciaba sus votos, se convertía en hija del estado. Si mantenía relaciones sexuales con cualquier ciudadano, se consideraba incesto y se castigaba con la muerte. Enterraban a las vestales vivas en cámaras subterráneas, ya que, debido a su carácter sagrado como mujeres, se prohibía derramar su sangre. Además de ellas, también ejecutaban y enterraban en el mismo lugar a su amante.

No obstante, las vestales contaban con muchos privilegios, que otras mujeres romanas ni siquiera podían soñar. No le debían obediencia a ningún hombre, disponían libremente de sus bienes y podían hacer un testamento. Disponían de escolta personal, herirlas, estaba castigado con la muerte y tenían asientos reservados para ellas en los espectáculos públicos. Además, contaban con autoridad en los juicios y podían perdonar a un condenado en algunas circunstancias. 

Incluso, según algunos comentarios, al gran Julio César lo salvaron las vestales. Evitaron que terminara en la lista de proscritos del dictador Lucio Cornelio Sila. Por lo tanto, Roma le debe a las Vestales una gran parte de su historia.

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